La hiperacusia o algiacusia, es un síndrome que convierte los sonidos cotidianos del ambiente en algo doloroso para el individuo.

Dependiendo del grado de hiperacusia, una persona puede sentirse mal cuando asiste a un concierto o, en los casos más severos, sentir dolor ante un sonido débil pero cercano.

Se trata de una dolencia que, en muchas ocasiones, imposibilita a quien la sufre llevar una vida normal. Salir por la calle y estar expuesto, especialmente en las grandes ciudades, a ruidos de tráfico, sirenas o alarmas, puedo ser insoportable para las personas con hiperacusia.

La hiperacusia, por otra parte, es un síndrome no entendido por la sociedad. Somos capaces de comprender que haya personas que no oyen bien y que necesitan ayudas auditivas para poder mantener una relación con su entorno. Sin embargo, las personas con hiperacusia no son entendidas ni siquiera en su entorno cercano. Se les tacha de sensibles o exageradas. El problema es que cuesta creer que sonidos que una persona con una audición normal consideraría incluso suaves, puedan provocar dolor en otro individuo.

Para algunos pacientes, el problema surge con niveles de sonido tan bajos como 25 dB, lo que imposibilita el diagnóstico adecuado con los equipos normales que se utilizan en los centros de salud auditiva, ya que estos equipos funcionan con niveles de sonidos de 80 dB o por encima.

Se podría deducir que estas personas tienen problemas de audición y sin embargo, no sería cierto. Las personas con hiperacusia poseen una audición perfectamente normal.

¿Por qué surge la hiperacusia?

La hiperacusia ha sido relacionada con la exposición al sonido (especialmente en un periodo corto y un ruido impulsivo), con lesiones en la cabeza, el estrés y algunos medicamentos. Sin embargo, hoy por hoy, no se ha podido demostrar científicamente que alguna de estas causas sea la razón directa de la hiperacusia.

¿Tiene tratamiento al hiperacusia?

Hace tiempo se recomendaba a la persona que sentía dolor en los oídos ante sonidos habituales, que llevara una vida tranquila y evitara exponerse a lugares ruidosos. También se le solía aconsejar el uso de tapones para los oídos. De este modo, se creía, se protegía el oído de los ruidos externos.

Hoy en día los médicos creen que la cura no es el silencio ni los tapones. Al contrario, el ruido demasiado bajo puede empeorar el problema, haciendo que gradualmente el paciente no pueda llevar una vida normal.

Por eso, se recomienda a las personas que sufren tolerancia reducida a los sonidos, que se rodeen de sonidos agradables de bajo nivel en todo momento. Se trata de, a través de estímulos acústicos continuos, ayudar al cerebro a adaptarse a los sonidos diarios normales.

Los estímulos pueden ser grabaciones sonoras o simplemente el sonido de la radio. Al principio los niveles de sonido deben ser casi inaudibles para ir progresivamente incrementándose hasta desensibilizar el oído.