La pérdida auditiva es un problema muy frecuente. Las dos causas más frecuentes de pérdida de audición son la edad y el ruido. En las personas adultas sabemos que hasta la mitad de la población por encima de 50 o 60 años tendrá un problema auditivo y ese problema aumenta hasta un 80% en personas de más de 80 años.

Detectar un problema en los adultos no suele ser complicado ya que el adulto, tarde o temprano, se da cuenta de que tiene problemas para oír de manera correcta. Además, puede contestar al profesional cuando éste le realiza una audiometría, orientándole de manera directa para facilitar la ubicación o la intensidad del problema.

En muchos casos, la aparición de la pérdida auditiva es tan gradual que puede pasar desapercibida durante años. Se hace evidente cuando estas personas empiezan a pedir que se les repita lo que se les ha dicho porque no han logrado identificar todas las palabras. Tienden a creer que los demás hablan demasiado bajo y, en ocasiones, llegan a enfadarse por este motivo.

La audición es básica para la comunicación. Por este motivo, cuando una persona deja de escuchar correctamente, le resulta complicado relacionarse con otras personas y tiende a aislarse socialmente.

¿Cuándo usar un audífono?

Decidirse a utilizar un audífono no es sencillo. Lo aconsejable es basar la decisión en un reconocimiento real de la situación. Si la persona en cuestión tiene problemas reales para oír y entender las situaciones de la vida diaria, es un buen momento para decidirse a utilizarlos.

Una vez que tenemos el diagnóstico, podemos decidirnos por el uso de un audífono. Los audífonos digitales de última generación dan una respuesta muy buena y mejorada respecto a lo que existía años atrás.

Usar audífonos conlleva grandes beneficios. El principal es que la audición mejora y se puede escuchar y entender con mayor facilidad. Por este motivo, la relación social deja de preocupar o avergonzar y se puede volver a mantener una vida social activa.

Es importante elegir el audífono adecuado y que se lo programe la persona, el audiólogo o el audioprotesista adecuado.

Cuando los audífonos ya no son suficientes, bien porque no pueda hacerse uso de ellos o porque la pérdida es demasiado severa, entramos ya en el campo de los implantes, donde el abanico de posibilidades es amplio.