Durante las semanas en las que tuvimos que vivir confinados en nuestras viviendas y sin poder salir a la calle, el ruido ambiental se redujo. Esta reducción fue más evidente en los lugares más expuestos al ruido tales como las ciudades y concretamente las viviendas que se encuentran cerca de carreteras, aeropuertos o próximas a lugares de ocio.

Durante este tiempo de confinamiento fueron muchas las personas que volvieron a disfrutar del canto de los pájaros, de sonido del viento o simplemente del silencio. Para algunos era un sueño hecho realidad.

Lamentablemente, la vuelta a la normalidad está devolviendo el ruido a nuestras calles y plazas. Medidas como el teletrabajo o la reducción de mesas en las terrazas, unidas a la finalización de las clases, están contribuyendo a que se esté llevando a cabo de manera gradual. Aunque todavía no se han alcanzado los niveles de decibelios anteriores al confinamiento, si todo sigue como hasta el momento, es lógico pensar que los alcanzaremos.

Sin embargo, haber conocido lo bueno, hace muy difícil renunciar a ello. Y es que, si la ausencia de ruido supone un descanso para los oídos y el resto del cuerpo, el ruido, por el contrario, afecta a la salud de las personas.

Contra el Ruido

Las asociaciones contra el ruido de toda España se están uniendo para reclamar medidas que protejan la salud de la persona por encima de otras consideraciones económicas. Apuntan claramente a la apertura de las terrazas y los establecimientos de ocio que son lugares que congregan buena parte de los decibelios de los municipios. Especialmente por la noche.

Pérdida Auditiva y Enfermedades

Son muchas las personas expuestas a un exceso de decibelios en sus hogares. El 75% de los habitantes de ciudades industrializadas padecen algún grado de sordera o pérdida auditiva causada por la exposición a sonidos de alta intensidad según datos de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello.

El cuerpo humano reacciona ante el ruido como si fuera una agresión y por eso se prepara produciendo un gran número de hormonas de estrés. Este tipo de hormonas asociadas al ruido elevado, y entre las que destaca la adrenalina, incrementan el ritmo cardiaco.

Por la noche, la exposición al ruido es más grave. La Organización Mundial de la Salud establece un nivel de 40 dB de ruido nocturno en áreas residenciales. La exposición de larga duración, sobre un año, a niveles superiores puede provocar insomnio o perturbaciones del sueño. Por encima de 55 dB puede provocar un aumento de la presión arterial y el riesgo de infartos. Según un estudio del Institut de Salut Global de Barcelona, el ruido causa casi 600 muertes prematuras al año.

Así que, ahora que sabemos lo bien que se vive sin ruido, intentemos hacer lo que esté en nuestra mano para evitar volver, en la nueva normalidad, al viejo ruido.