Estornudar es una acción que realiza nuestro organismo de manera automática como respuesta a lo que considera una agresión externa que puede ser de carácter químico o estar motivada por una reacción alérgica.

Al estornudar, expulsamos aire por la nariz a una velocidad que, según los expertos, puede alcanzar los 160 km/hora. Se trata de una velocidad considerable que se genera en cuestión de segundos y cuyo objetivo no es otro que mantener alejadas del cuerpo las partículas consideradas peligrosas o dañinas que pueden entrar por la nariz.

Por este motivo, si expulsamos el aire por la boca al estornudar, el organismo no consigue su objetivo.

Una mala costumbre

Estornudar en un entorno público en ocasiones nos avergüenza. Es una llamada de atención involuntaria que a algunas personas no les parece correcta y que, en determinados momentos, puede hasta resultar ridícula.

Por este motivo, algunos convierten en una costumbre taparse la nariz e incluso la boca al estornudar. Esto puede resultar un problema para el propio individuo. La fuerza de aire que se genera, al no poder salir por las vías naturales, se proyecta hacia el interior del cuerpo pudiendo dañar los propios tejidos como la mucosa de las fosas nasales, la faringe e incluso los oídos.

Los gérmenes presentes pueden ser desplazados hacia zonas más internas de las fosas nasales, senos paranasales u oído medio, colonizando dichas zonas y produciendo o agravando infecciones.

Pero además, el aumento de presión originado al reprimir el estornudo puede originar pequeñas roturas vasculares (sangrado por la nariz o hemorragias en la conjuntiva ocular o el tímpano), inflamación de fosas nasales, inflamación timpánica, dolor de oído, mareos, alteraciones en la audición, o dolor de cabeza, entre otras.

Al estar conectadas la nariz y el oído, la vía de salida que encuentra el aire es por esta cavidad. Esto puede hacer que la fuerza del aire dañe el tímpano y provoque dolor de oído o mareos.

Para evitar posibles problemas, lo mejor es estornudar tranquilamente por la nariz, tapando convenientemente la salida de los gérmenes con un pañuelo. De esta manera el cuerpo podrá realizar su función de autoprotección y evitaremos daños en los oídos.