Nuestros oídos están abiertos al exterior. Es fundamental que esto sea así para que las ondas sonoras puedan introducirse en el conducto auditivo y llegar al oído interno. Es ahí donde se convierten en impulsos eléctricos que son enviados al cerebro para su descodificación. En definitiva, gracias a las pequeñas aberturas de nuestros oídos, somos capaces de oír.

Sin embargo, que los oídos no dispongan de un mecanismo de cierre significa que están expuestos a las posibles agresiones que proceden del exterior. Además de los altos niveles de ruido (ya hemos comentado en otros artículos de este blog que son perjudiciales para la salud auditiva), nos referimos en este caso al polvo u otras partículas extrañas.

Para protegerse, los oídos segregan una sustancia pegajosa que atrapa las partículas y evita que accedan al oído interno y puedan dañar el tímpano. Hablamos de la cera o cerumen. La piel del conducto auditivo tiene unas glándulas especiales  que producen esta cera. Su función es muy importante para proteger el oído y mantener la salud auditiva.

La cera, por sí sola, se mueve lentamente desde el conducto auditivo hasta el oído externo. A pesar de que algunas personas generan mucha cera, lo normal es que se produzca solo la cera que el oído necesita.

Limpieza de Oídos

Los oídos se limpian por sí solos. La cera es expulsada hacia el exterior de manera natural arrastrando las partículas que atrapa en su camino. La mejor manera de mantener limpios los oídos es permitiendo el recorrido que lleva a cabo el cerumen. El agua de la ducha o el baño ayudan a desprenderse de los restos de cera que hayan alcanzado la zona exterior del oído. Tras la ducha puede ser conveniente secar las orejas y la zona más externa del oído con una toalla. Nada más.

Sólo en el caso de que el exceso de cerumen tapone el conducto auditivo, dificultando la correcta audición, hay que optar por eliminar el tapón. Para hacerlo hay que acudir al médico que puede eliminar el tapón con total seguridad para la persona.

Nunca Bastoncillos

Utilizar bastoncillos de algodón para limpiarse los oídos es una costumbre muy extendida y sin embargo, sumamente perjudicial para la salud auditiva.

Buena parte de la otitis que sufre la población está provocada por el uso de estos bastoncillos. Los restos de algodón que quedan en el conducto auditivo son los causantes de muchas infecciones que generan dolor. Además, la proximidad entre el oído y el cerebro puede provocar casos como el que hemos conocido en las últimas semanas.

Un joven británico, tras sufrir mareos, vómitos y convulsiones, acudió al médico. Tras un reconocimiento y varias pruebas, los médicos quedaron atónitos al comprobar que, por culpa de un bastoncillo de algodón, había desarrollado una infección bacteriana severa que había comenzado en el oído y había progresado hacia la base del cráneo y las meninges (membranas que recubren y protegen el cerebro).

Los médicos son firmes: los bastoncillos de algodón sólo pueden causar problemas como infecciones de oídos, tímpanos perforados y cerumen compactado.

¡No utilices bastoncillos de algodón para tu higiene auditiva! Y, por supuesto ¡no introduzcas ningún otro objeto en tu conducto auditivo! Los oídos se limpian por sí solos.