El chupete es un utensilio imprescindible para muchos padres ya que,  en ocasiones, es la única ayuda para calmar a su bebé.

Los bebés tienen la necesidad de succionar aunque no sea para alimentarse. A este instinto se le conoce como Succión No Nutritiva (SNN) y podemos observarla cuando los bebés se chupan el dedo. En ocasiones lo hacen mientras se encuentran todavía en el seno de la madre. Para dar respuesta a esta necesidad, se inventó el chupete.

El chupete, que se inventó más o menos como lo conocemos hoy en el año 1.900 (aunque hay referencias a ellos de hace miles de años) tiene sus defensores y sus detractores.

Los primeros defienden que el chupete ayuda a calmar al bebé y además reduce el riesgo de muerte súbita. Los segundos indican que su uso continuado puede deformar la boca del bebé, que puede confundirle a la hora de succionar el pezón o que puede provocar candidiasis en la boca del niño; un hongo que se contrae al llevarse objetos a la boca.

¿El chupete provoca otitis?

Un estudio finlandés publicado en la revista Pediatrics hace unos años, y avalado por la Academia Americana de Pediatría, puso de manifiesto que los niños menores de 18 meses que no usan chupete o lo hacen de forma esporádica, tienen un 33% menos de episodios de otitis aguda que los que los llevan de manera habitual.

Según el estudio llevado a cabo, la reducción en un 21% del tiempo de uso del chupete se asocia con la disminución del 29% de las otitis medias agudas.

Con estos datos, se suma otro argumento en contra del chupete ya que parece ser un factor de riesgo de la otitis media aguda. Por este motivo, sería aconsejable limitar su uso al momento en el que el niño se va a dormir. Lo ideal, indican algunos expertos, sería que los niños pudieran usar libremente el chupete hasta los seis meses, sólo para dormirse o en situaciones especiales cuando tienen entre 6 y 10 meses, y reducir o eliminar su uso a partir de entonces.