El oído es el órgano que permite que las personas oigan los sonidos procedentes del exterior. Cada oído está compuesto por unos mecanismos delicados y muy complejos.

En el oído interno, una red de pequeñas células sensoriales y fibras nerviosas recogen las vibraciones del sonido y las transforman en impulsos eléctricos que nuestro celebro puede procesar.
Si el oído se expone a fuertes vibraciones de forma reiterada a lo largo del tiempo, las células sensoriales y las fibras nerviosas pueden resultar dañadas, y, si no se pueden curar o reemplazar, esto llevará a una pérdida auditiva permanente.

Podemos evitar la pérdida auditiva no degenerativa (la que se debe a causas relacionadas con la edad) siguiendo unos hábitos saludables y de higiene muy sencillos.

Hay que cuidar la higiene del oído externo. Aprovechar el aseo diario para limpiar las orejas con una toalla húmeda, cuidando que no entre agua. Hay que utilizar con mucha delicadeza los bastoncillos de los oídos, procurando no introducirlos demasiado ni frotarlos con fuerza. El canal auditivo y el tímpano son muy delicados y se pueden dañar fácilmente. Por otra parte, se puede sustituir el uso de los denostados bastoncillos por el de nebulizadores de agua de mar.

La cera de los oídos actúa como un escudo entre el mundo exterior y el tímpano. Cuando el polvo, la suciedad y otras cosas se te meten en el oído, la cera los atrapa, para que no puedan avanzar más. No hay que obsesionarse con la cera ya que, lo normal es que salga sola al ducharse o lavarse el pelo.

Los ruidos fuertes o continuados pueden provocar lesiones duraderas en nuestros oídos. Por ello, es recomendable evitar permanecer en zonas expuestas a ruidos fuertes. Si no hay más remedio que permanecer en estos lugares (por motivos laborales), es absolutamente recomendable el uso de tapones antirruido.

Si usas auriculares, debes tener precaución con su volumen para evitar la pérdida de audición. Vigila también el volumen de la televisión asegurándote de que la ves a un volumen moderado.

Cualquier aparato que entre en contacto con los oídos, ya sean auriculares o audífonos, deben estar convenientemente limpios para evitar infecciones que puedan provocar una pérdida de audición.

Tu cuerpo te manda señales. ¡Escúchale!

Permanece atento a las señales de tu cuerpo y las de tu entorno. En ocasiones los mareos o el dolor de cabeza están íntimamente ligados a un trastorno en el funcionamiento del oído. De igual manera, si percibes fallos en tu atención, olvidos o despistes, plantéate revisar tu agudeza auditiva. Solemos pensar que nos hemos olvidado de algo cuando realmente no lo hemos escuchado. Si tus familiares te comentan con frecuencia que hablas demasiado alto, es posible que haya llegado el momento de acudir al especialista.

Si sientes dolor o molestias no se te ocurra introducir ningún objeto y mucho menos automedicarte. Del mismo modo, si sufres algún golpe en la cabeza, debes ponerte en manos de profesionales para que valoren las consecuencias del mismo y detecten posibles anomalías como pérdida de audición.

Es muy importante vigilar la audición de los niños, ya que la salud auditiva es capital durante los primeros años para una correcta socialización y desarrollo intelectual. Si un niño necesita que le repitan las cosas, tiene dificultades con la lectura o la fonética y no responde correctamente a los estímulos, es posible que tenga algún problema auditivo.

En este caso y, como rutina habitual, es aconsejable una revisión del aparato auditivo. Por cierto ¿cuánto hace que no revisas tu audición? A lo mejor, ya va siendo hora…