Unos 360 millones de personas padecen pérdida de audición discapacitante. De éstos, 32 millones son niños.  La pérdida de audición discapacitante es una pérdida de audición superior a 40dB en el oído con mejor audición en los adultos, y superior a 30dB en el oído con mejor audición en los niños. La mayoría de esas personas vive en países de ingresos bajos y medios.

La pérdida de audición se debe fundamentalmente a dos tipos de causas; congénitas y adquiridas.

Las causas congénitas determinan la pérdida de audición en el momento del nacimiento o poco después. Pueden obedecer a factores hereditarios y no hereditarios, o a complicaciones durante el embarazo y el parto.

Por su parte, las causas adquiridas pueden provocar la pérdida de audición a cualquier edad y pueden deberse a enfermedades infecciosas, infecciones del oído, traumatismos craneoencefálicos, exposición permanente a un ruido excesivo o al envejecimiento, entre otros.

Prevención

Según la Organización Mundial de la Salud, una correcta prevención primaria podría evitar la mitad de los casos de pérdida de audición. Esta prevención pasaría por adoptar las siguientes medidas:

  • vacunar a los niños contra las enfermedades de la infancia, en particular el sarampión, la meningitis, la rubéola y la parotiditis.
  • administrar la vacuna contra la rubéola a las adolescentes y las mujeres en edad fecunda, antes de que queden embarazadas
  • efectuar pruebas para detectar y tratar la sífilis y otras infecciones en las embarazadas
  • mejorar la atención prenatal y perinatal, en particular mediante la promoción de los partos sin riesgos
  • evitar el uso de medicamentos ototóxicos, a menos que sea prescrito y supervisado por un médico
  • remitir al servicio pertinente a los bebés que presentan riesgos altos (por ejemplo, los que tienen antecedentes familiares de sordera, los que han nacido con bajo peso o han sufrido asfixia del parto, ictericia o meningitis) a fin de someterlos a una evaluación y diagnóstico tempranos y dispensarles el tratamiento adecuado, según proceda
  • reducir la exposición a ruidos fuertes (tanto en el trabajo como en actividades recreativas) mediante la sensibilización de la población, la utilización de dispositivos de protección personal y el desarrollo y la aplicación de legislación apropiada.

Revisiones auditivas

La mejor manera de prevenir la pérdida auditiva es vigilar la audición. Las revisiones periódicas permiten detectar cualquier problema en las primeras etapas.

Una revisión auditiva consiste en unos sencillos y rápidos tests de audición. Son indoloros y permiten medir los niveles de audición de cada persona. Las revisiones periódicas permiten comparar los resultados y conocer la evolución de la capacidad auditiva.

La pérdida de audición se puede frenar. En este sentido, el uso de audífonos es recomendable para mantener activo el oído y que siga enviando señales eléctricas al cerebro. Y es que, una vez que se pierde la audición, no se recupera.

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