En España, según los datos del último Anuario de Estadísticas Deportivas, el 10,3% de las licencias emitidas por las federaciones deportivas españolas, pertenecen a la modalidad de caza. Se trata de 333.974 licencias de cazadores que se organizan en torno a 5.836 clubes que están repartidos por todo el país.

Son muchos los productos que los cazadores utilizan para la práctica de su deporte; desde ropa contra el frío a mochilas, portaescopetas, cuchillos, linternas y, por supuesto, armas y munición.

Sin embargo, hay un producto que no suelen adquirir a pesar de que es muy importante para su protección personal.  Nos referimos a protectores auditivos.

Durante la práctica de la actividad cinegética se llegan a alcanzar los 150 decibelios cuando el límite aconsejable para evitar daños en los oídos es de 85 decibelios. Según la Organización Mundial de la Salud, el impacto del ruido de un disparo sobre el oído puede acarrear pérdida de audición.

Este colectivo, considerado de riesgo, tiene cuatro veces más probabilidades de sufrir problemas de audición. A pesar de estos datos son pocos los cazadores que utilizan algún tipo de protección durante su actividad

La sordera del cazador

En septiembre del pasado año la empresa 3M Peltor presentó un estudio titulado La sordera del cazador en el que analizaba los hábitos de protección auditiva de los cazadores en España.

Después de realizar una encuesta a 1.000 cazadores de toda España, se obtenían datos tan curiosos como que, a pesar de que el 54% sabe que existe una relación entre la pérdida auditiva y el ruido de los disparos de un arma, el 67% de los encuestados no utilizar ningún tipo de protección auditiva durante una jornada de caza.

Como argumentos para no utilizar protecciones, algunos indican que les resulta incómoda la protección a la hora de apuntar, otros aseguran que les hace sudar en exceso y varios se sienten incómodos con la imagen que ofrecerían a sus compañeros de tiro.

Es curioso que una parte relevante de los encuestados indique que no utiliza protección auditiva porque les parece cara. La caza no es un deporte barato pero, en nuestra opinión, donde menos se debe escatimar es en la protección de la salud.

Las detonaciones de armas de fuego cerca de los oídos pueden dañar las células cilíadas y la lesión es permanente. Una vez que se pierde audición, ésta no se recupera.

La pérdida puede ser instantánea o aparecer con el tiempo. Los ruidos fuertes y repentinos también pueden provocar tinnitus.

Un propósito para este nuevo año podría ser la protección de la salud auditiva y la adquisición de unos protectores para los oídos por encima de cualquier otro complemento de caza.